Betty está preparada. Comenzó a seguir a Jesús de adolescente y siempre ha aprovechado oportunidades para servirle y agradarle. Asiste a estudios bíblicos, servicios en la iglesia y reuniones de oración. Ha enseñado, visitado campos misioneros, trabajado en la guardería, servido junto a la esposa del pastor, y le encanta estar con el pueblo de Dios. Lo asombroso es que tiene 102 años y sigue estando lista para hacer lo que le agrade a Dios. Es una inspiración para muchos que quizá a veces no tienen ganas de reunirse con otros creyentes. Ahora Betty dice que está ansiosa por llegar al cielo para estar con su Salvador: «¡Estoy lista para ver a Jesús! Lo amo tanto».
Cuatro de nosotros recorrimos a pie el hermoso desfiladero de Watkins Glen, en Nueva York. Contemplamos maravillados cascadas y acantilados de sesenta metros. Cuando nos acercábamos a la cima, un excursionista que bajaba nos dijo: «Solo quedan 10 de los 832 escalones». Quizá fue mejor no haber sabido lo difícil que iba a ser el camino, porque nos habríamos detenido y perdido toda esa belleza.
«Si Jesús estuviera sentado con nosotros a la mesa esta mañana, ¿qué le preguntarían?», les dijo José a sus hijos durante el desayuno. Los varones pensaron en sus preguntas más difíciles: cómo resolver los problemas de matemáticas más complejos y el tamaño que realmente tiene el universo. Entonces, su hija respondió: «Yo le preguntaría si me daría un abrazo».
Brad se mudó a otra ciudad y, de inmediato, encontró una iglesia donde asistir. Fue a las reuniones durante unas semanas, y luego, un domingo habló con el pastor sobre su deseo de servir como fuera necesario. Dijo: «Solo quiero “tomar la escoba”». Empezó acomodando las sillas y limpiando los baños. Tiempo después, la congregación descubrió que el don de Brad era la enseñanza, pero él estaba dispuesto a hacer lo que fuera.
Mi amiga Jerrie tenía un breve receso, así que nos apuramos para entrar en un restaurante de comidas rápidas para almorzar. Casi al mismo tiempo, seis jóvenes entraron delante de nosotras y se pararon frente a las dos cajas, para asegurarse de que pudieran ordenar primero. En ese momento, oí que Jerrie se decía susurrando: «Muestra gracia ahora». ¡Vaya! Sin duda habría sido bueno que nos dejaran pasar primero, pero qué gran recordatorio sobre pensar en las necesidades y los deseos de los demás, y no solo en los míos.
Durante años, una madre oraba mientras ayudaba a su hija adulta con problemas de salud a encontrar consejo y tratamientos. Sus altibajos extremos pesaban sobre el corazón de esa madre día tras día. A menudo agotada por la tristeza, entendió que ella también debía cuidarse. Una amiga le sugirió escribir sus preocupaciones en papeles pequeños y colocarlos en «el plato de Dios» junto a su cama. Esta práctica simple no eliminó todo el estrés, pero ver el plato le recuerda que esas preocupaciones no están en sus manos sino en las de Dios.
Miles de personas oraron por el pastor Ed Dobson cuando le diagnosticaron ELA en el año 2000. Muchos creían que Dios respondería de inmediato sanándolo. Después de 20 años de luchar con esta enfermedad que lentamente atrofiaba sus músculos, alguien le preguntó por qué Dios no lo había sanado todavía; a lo que respondió: «No hay una buena respuesta, así que no pregunto». Su esposa agregó: «Si uno está siempre obsesionado con obtener respuestas, no se puede vivir de verdad».
Para expresar su tristeza, la pequeña Allie escribió en una madera que puso en un parque: «Para ser sincera, estoy triste. Nadie quiere estar conmigo, y perdí a la única persona que me escucha. Lloro cada día».
Cuando mis amigos Al y Kathy Schiffer volaron en su icónico avión de la época de la Segunda Guerra Mundial en una exhibición aérea, lo que más les impactó fue la reacción de los veteranos de guerra, quienes se acercaban para hablar sobre las guerras en las que sirvieron y los aviones en que volaron. La mayoría de sus historias las contaban con lágrimas en los ojos. Muchos dijeron que la mejor noticia que recibieron fue: «Muchachos, la guerra terminó. Es hora de ir a casa».
Mi amiga Joann murió de un síncope justo cuando el coronavirus empezó a difundirse en 2020. Al principio, su familia publicó que la reunión de recordación sería en su iglesia, pero luego decidió que sería mejor en una funeraria, para controlar la cantidad de gente. El aviso en línea decía: «Joann Warners: cambio de recinto».